Todos los fenómenos, todas las cosas visibles, todos los eventos, toda la vida terrenal, es decir, todo lo que sucede en el mundo fenomenológico, tiene lugar entre fuerzas opuestas, o polos opuestos, y esa oscilación es lo que mantiene el equilibrio.
La vida, la existencia, es dialéctica. Se mueve entre contrarios buscando la síntesis, el equilibrio dinámico. No busca la quietud, sino el equilibrio.
Pero la mente es de naturaleza lineal, no dialéctica. No tiene la perspectiva de la oscilación de dos cosas opuestas, complementarias, oscilando entre sí. Entonces, como no comprende, interpreta la realidad como la lucha de los opuestos, como una confrontación, un perpetuo conflicto, y sufre, por la ignorancia.
En el estado de inconciencia en que vivimos, dormidos, sonámbulos, no observamos el movimiento de la oscilación: del gozo al sufrimiento, del placer al dolor, de la alegría a la tristeza, del optimismo al pesimismo… y así, por siempre, oscilando mecánicamente, como robots.
Sólo cuando se inicie la observación interior de los procesos aparecerá el testigo, que es capaz de observar la energía de los contrarios y decidir su propio destino.
Es el testigo interior el que va disolviendo la oscilación entre los polos opuestos, hasta que el mismo testigo se disuelve en un estado de conciencia pura.