Todo cambia, nada permanece como es, es una ley del Universo, porque todo está hecho de energía, y la energía vibra, cambia, oscila como una onda.
La vida no transcurre sobre rieles, se mueve en un mar infinito y permanente de incertidumbre, y en eso reside su belleza, su poesía, su melodía.
Pero el ser humano no sabe cómo asumir la incertidumbre de su existencia, porque carece de todo conocimiento esencial, que le ha sido negado por la naturaleza.
La naturaleza le da la vida pero le niega todo conocimiento, que puede ser adquirido sólo mediante su esfuerzo personal, si descubre que hay cierto conocimiento medio oculto.
Y entonces el hombre, desde su ignorancia, busca seguridad, huyendo de lo incierto, por miedo. Y nunca la encontrará, porque no existe, pero su mente ya ha creado el miedo.
Desde niños, aterrados por la oscuridad y la soledad, hasta viejos, inundados de temor a la muerte, vivimos así, de miedo en miedo, sin comprender jamás que todo lo que la vida nos ofrece es una oportunidad para activar niveles superiores de conciencia.
Pero podemos liberarnos del miedo. La observación pura del miedo, sin pensamiento alguno, es el camino de la libertad.