En el mundo Occidental se ha vivido un conflicto entre sexualidad y espiritualidad, como si fueran irreconciliables. Con el tiempo, Occidente se obsesionó con el sexo y el pecado.
En Oriente la percepción del sexo ha sido muy diferente, a partir de la ausencia de la idea del pecado. Nunca existió la idea de que Dios lo prohibiera. El sexo y la espiritualidad iban de la mano. Países como China, Japón y la India crearon un matrimonio armonioso entre los dos.
Uno forma parte de algo más grande, y la idea era alcanzar esa armonía cósmica con lo más grande, con la totalidad, y el sexo era una de las puertas de entrada al misterio que nos trasciende.
Occidente ve el sexo como placer, pecado y reproducción. Oriente lo ve como reproducción o trascendencia.
Como un medio trascendente, al sexo hay que adicionarle la meditación, para convertirlo en Amor, y hay que meditar en el Amor para hallar la Unidad con la Totalidad.
Esta mutación de lo puramente biológico es posible para todo ser humano, pero es necesario permanecer consciente, Presente, Testigo de todo el proceso, todo el tiempo.