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El ser humano es una casa de 3 pisos: el cuerpo, las emociones y la mente.
Cada uno dispone de su propio alimento: alimentos ordinarios, la respiración y las impresiones.

El centro mental, sede del sistema nervioso en el cerebro, capta sensorialmente las impresiones originadas en el mundo externo, pero carece de un aparato transformador de sus energías.
Las impresiones desencadenan los pensamientos reactivos mediante el mecanismo de las asociaciones con la memoria, los cuales activan las emociones y estas generan la acción física del cuerpo.
Todo esto sucede en el aparato psíquico, sin participación consciente de ningún tipo.
La naturaleza ha programado así al cerebro, como un instrumento para preservar la vida, que es su propósito, sin interés alguno en la evolución de la conciencia.

Las impresiones y las asociaciones mecánicas

El hombre es, entonces, un biomecanismo, un robot biológico al servicio de la naturaleza, un sonámbulo satisfecho con su mecanicidad, sin que jamás sea consciente de sus procesos psíquicos.
La evolución del ser humano comienza con la percepción pura de las impresiones que lo circundan, que consiste en activar la conciencia de la realidad que sucede, tal como es, sin agregar significaciones ni asociaciones mentales de ningún tipo.