La vida es relación. Nadie puede vivir sin relación, nadie puede existir en aislamiento. Estamos relacionados con el Universo, con el sol, con la naturaleza, con todos los seres vivos, con el prójimo, con las cosas, con sí mismo…
Cuando no hay orden, armonía, en esa relación toda acción es contradictoria, causa dolor, produce daño, confusión y conflicto.
Pero el orden no surge del deseo, sino de la percepción pura del desorden, de la observación interior del desorden mental y emocional.
¿Cuáles son las causas de tanto desorden en las relaciones?
El amoldamiento a patrones establecidos por normas sociales, la aceptación ciega de mandatos, la aceptación de autoridades psicológicas, la búsqueda de seguridad por temor, el estado interno de identificación con todo, el apego a las cosas, el ego, el “yo”.
Así, no disponemos de libertad para relacionarnos desde el afecto, desde el amor.
Desde tanto condicionamiento mental no es posible crear relaciones transparentes, puras, pero es inevitable la manipulación del otro, la utilización cosificada del otro, la imposición de la fuerza, la autoridad.
Sólo la percepción pura del desorden interior, sin un solo pensamiento, puede transmutar el desorden en orden, vínculo, afecto, comunión con el otro.
Algún día comprenderé que todos somos Uno.