La ira fue, en tiempos prehistóricos, el impulso emocional primitivo que le sirvió a los hombres de las cavernas para atacar y defenderse de los depredadores
Durante muchos siglos la ira protegió la vida. En los tiempos modernos esos depredadores ya no existen, pero el hombre conservó el estado de ira aplicado a cualquier cosa o evento.
Ahora, la ira es una construcción de la mente egocéntrica que no acepta a realidad tal como es. Cualquier nimiedad puede ser suficiente para que el hombre contemporáneo regrese emocionalmente a su estado cavernario.
El iracundo destruye relaciones, odia, mata, sufre y causa sufrimiento sin fin, absolutamente inconsciente de su bárbaro proceder.
El iracundo es un ser primitivo, irracional, destructor, depredador del prójimo, especialmente depredador de los seres cercanos que más lo aman.
La furia es difícil de superar. Reprimirla, evadirse de ella o darle rienda suelta es completamente inútil, porque volverá.
Es necesario sumergirse conscientemente en esa energía, para observarla en acción, comprenderla y padecerla conscientemente, porque esa es la energía que necesitamos en el proceso de la autotransformación.