Toda la humanidad sufre, por una u otra razón; el sufrimiento es uno de los factores comunes a toda la especie humana. Independientemente de las causas, que en realidad son justificaciones para sufrir, ¿qué es el sufrimiento de sí mismo?
La mente no puede responder esta pregunta porque ella misma, con su “yo”, es parte del problema.
La versión bíblica de Adán y Eva, expulsados del paraíso por haber comido del árbol del conocimiento, podemos libremente interpretarla como el momento en que el hombre perdió el sentido de unidad con todo, y adquirió el estado interno de pensamiento egocéntrico.
Desde ese momento empezó a percibirse como un fragmento sin significado en un Universo ajeno, que es un estado de desolación existencial.
El problema no es el conocimiento sino el “yo”, que es un pensamiento solitario.
Es necesario regresar al sentido de la unidad perdida, para lo cual el “yo” debe cesar.
Entretanto, el hombre vivirá apegado a su sufrimiento, disfrutándolo con una pasión perversa, sin comprender jamás que todo lo que sucede es perfecto, porque todo son “formas” de la conciencia.